El lado B del trabajo sexual autónomo: Historia de una trabajadora sexual rosarina



El lenguaje es un importante campo de batalla en la lucha por la igualdad social. El lingüista Ferdinand de Saussure argumentaba, “el lenguaje constituye nuestro mundo, no sólo lo registra o lo etiqueta”.
Entonces, ¿qué se está reforzando cuando usamos la palabra “prostituta”, y por qué es importante? La palabra «prostituta» empezó a asentarse en su sentido actual de una persona que vende sexo hacia fines del siglo XVII, pero nunca se deshizo totalmente de las asociaciones con el deshonor y es tan probable que se utilice como insulto como que se use para describir una profesión.
Es precisamente la dualidad de la palabra como una profesión y un insulto lo que ha llevado a algunas organizaciones de derechos de las trabajadoras del sexo a atacar el uso continuado de “prostituta”.
Los que se oponen a la venta y compra de servicios sexuales entre adultos usan el término “prostituta” precisamente por las asociaciones negativas, y no usan “trabajadora sexual” porque refleja un nivel de empoderamiento y autonomía que niegan. Ahora, si las mismas personas cuya historia y vidas están en discusión están pidiendo un cambio en el lenguaje utilizado para describirlas, ¿no es profundamente irrespetuoso negarse a escuchar?


A lo largo de la historia y de una región a otra, la respuesta al qué hacer con la prostitución asumió distintas formas según cómo se resolvía dicho debate, así los modelos de intervención tradicionales fueron tres: reglamentarismo, prohibicionismo y abolicionismo. Cada parte posee una visión diversa de lo que es y el significado de el ejercicio de la prostitución. En Argentina, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) nació como respuesta al constante asedio y violencia de la Policía y en pos de conseguir el reconocimiento la sociedad en general. Podemos hablar de “trabajo sexual” y no de “prostitución” como resultado de una larga batalla ideológica y política en el marco de la concepción de los derechos humanos y el respeto por la libre determinación de las mujeres. 


“Gala”




Llegar a la casa de Gala es llegar a su lugar de trabajo. Vive en una zona luminosa del macrocentro y espera un cliente a las cuatro de la tarde, pero una situación conflictiva en su otro trabajo, y el compromiso con la concreción de la entrevista, le hacen decidir que quizás sea mejor posponer la sesión. Más tarde admitirá que es una privilegiada por poder hacerlo, pero que tampoco puede darse el lujo de que sea frecuente.

Disociar a Gala del activismo en favor de los derechos de las trabajadoras sexuales no sería llamarla Gala, ni trabajadora sexual. Miembro troncal de Fuertsa Rosario, la única organización vigente en la ciudad que aborda problemáticas inherentes a las trabajadoras del rubro, Gala divide sus horarios entre algunas actividades laborales de diversa índole, un par de pasiones confesables y una activa militancia en favor de los derechos de uno de los colectivos más heterogéneos y vulnerables de la sociedad actual.

Gala comenzó su actividad en el 2009, año en el que el último censo organizado por Ammar, arrojaba datos de la existencia de 80.000 trabajadoras sexuales en el país, 60.000 de las cuales ejercían puertas adentro, y las otras 20.000 en la vía pública.

“Cuando empecé tenía 19 años. Me vine a Rosario a estudiar y publicité en los chats nocturnos, ofrecí mis servicios en algunas páginas. Al comienzo era medio un juego, cobrar por sexo, no me pensaba como trabajadora sexual. Con el correr del tiempo comencé a pensar en una forma más profesional, de decir bueno: tener otro teléfono, abrir un blog propio para publicitar, hacer spam…””En el 2009 se trabajaba muy bien, yo trabajaba en hoteles y a domicilio, había más privados”

Corría el año 2009 entre los todavía vigentes rubros 59, cabarets y whiskerías, leyes que facilitaban la extorsión policial a las trabajadoras sexuales, y Claudia Lucero, dirigente de Ammar, impulsaba lo que serían los primeros pasos hacia la despenalización de actividades denominadas como "prostitución escandalosa", "ofensa al pudor" y "travestismo". La iniciativa la había tomado Sandra Cabrera en el 2001, pero hubo que esperar ocho años para que se hiciera realidad. Sin embargo, Sandra no podía presenciarlo. A la anterior dirigente de Ammar la habían ejecutado con una bala en la nuca en el 2004, tras haber denunciado complicidades policiales en las redes de trata y explotación en Rosario. Cinco años más tarde, el crimen seguía impune, Ammar Rosario desintegrada, y la militancia por los derechos de las trabajadoras sexuales en la ciudad, desarticulada. Gala empezaba a trabajar en modalidad “puertas adentro”, lejos de pensar en algún derecho “Estaba en auge alquilar con dos o tres amigas un depto temporario, en ese momento se podía hacer. Te daba seguridad, en general eran arreglos muy accesibles para todas. Hoy es carísimo, no se puede.”

La militancia la encontró unos cuantos años más tarde, tras el encuentro Nacional de Mujeres en el 2016, en el movimiento que hoy es Fuertsa Rosario, y la tiene como una de sus piezas más importantes. Gala se autopercibe como trabajadora sexual autónoma, y como parte de un colectivo que persigue la ampliación de “derechos laborales para les trabajadores sexuales y alternativas reales para quienes quieren dejar de ejercer” Destaca la importancia de la organización en la vida de las trabajadoras, y en el recorrido propio “Arranque sola, por decisión propia. Muy al ensayo y error. A arriesgarme con todos los peligros y cuestiones que a lo mejor estando organizada no te pasa... la cuestión de los cuidados y los límites, lo hablamos con las compañeras. “Che no hagamos esto, tengamos cuidado con esto”. Y eso lo respetamos a rajatabla.”


Con la eliminación del rubro 59 en el 2011, con la ley de Trata del 2012, y el cierre de cabarets y whiskerías del 2013, el panorama del trabajo sexual se fue modificando. El cierre de La Rosa Sexy bar empezó a afianzar el trabajo autónomo. Gala fue probando distintas formas de organizarse con compañeras. “Una de las chicas que era trabajadora sexual se encargaba de tener el departamento en condiciones, de las fotos y de hacer la publicaciones . Ella también laburaba, nos dividiamos por turnos. Después se quedaba con un porcentaje. En realidad lo que me servía era la experiencia, porque era el ámbito en que mejor se cobraba.

Actualmente, el ejercicio de la prostitución no está penalizado, pero sí su facilitación. Una persona que también ejerce puede ser considerada proxeneta de otra, la organización en departamentos es compleja y diversa. “Cuando hablo de “puertas adentro” me refiero a trabajadora sexual autónoma que alquila su lugar o trabaja en su vivienda. En cambio “los privados” están a cargo de una persona puede ser una trabajadora sexual o no. Eso depende de la precariedad en la que se desarrolla, existe de todo.” 

Uno de los pilares en los reclamos legales es la “atomización” que se produce entre de las trabajadoras en relación al marco de la ley “La trabajadora de la calle siempre está en contacto con otra compañera y por el mismo territorio en que circula, o sea está organizada con otra, la de privado trabaja sola, y ahí es donde se rompió el tejido social dejándonos solas y de hecho todas las políticas están pensadas para que las trabajadoras sexuales trabajen solas, o en un privado que está regenteado por la policía” “Nosotras como organización (FUERTSA) no podemos dar información porque sería facilitación de la prostitución. Pero sí fomentamos que la compañera se acerque para lo que sea y que tenga contacto con otras trabajadoras sexuales, es decir nuestra resistencia es esa, intentamos romper con el aislamiento en el que siempre estuvimos. Sobre todo las trabajadoras sexuales del privado o puertas adentro, o que trabajan en ámbitos donde no se visibilizan.”


En la actualidad, el panorama no es bueno. Hay una merma de clientes y una sobrepoblación de trabajadores. Esto genera un desequilibrio en toda la actividad, sobre todo en la calle, facilitando los conflictos, y poniendo de manifiesto la necesidad y los problemas ligados al consumo de estupefacientes. Algunas trabajadores puertas adentro evalúan la posibilidad de salir a la calle, para paliar la baja demanda, pero supone otro tipo de conflictos. “Yo he trabajo en la calle, pero más como una experiencia. Igualmente no era mi modo porque necesitaba mantener anonimato. Pero por otro lado no queremos salir, para no sacarles el trabajo a las compañeras que lo hacen desde mucho tiempo en la calle.”

Lo mismo sucede al establecer los precios. El eje está en ponerse de acuerdo en el piso y liberar el techo para hacerle frente a las crisis y las renegociaciones callejeras. Puertas adentro hay menos margen. “Yo cobro un poquito más que el resto, pero 200 pesos más. En general las que estamos en departamento, vemos lo que cobra la otra. Hoy hay un descoloque de precios por la crisis, por la necesidad. Sabemos que hacemos un servicio muy especial y no vamos a bajar los precios. Por eso somos putas, porque queremos cobrar lo que se nos cante, es nuestra libertad. Tengo una tarifa y con eso me sostengo y sé que tengo menos clientes que el resto pero bueno es mi decisión, por menos no laburo”

Gala tuvo un período que abandonó la actividad. Estaba cansada y había conseguido otro trabajo Fue a principio de este año que inició la vuelta, pero ya desde otro lugar. “Actualmente estoy con el fetichismo y BDSM (prácticas sadomasoquistas),... Hago dominación, en mi caso ejerzo el rol dominante, o sea son prácticas no tradicionales. Muchas veces no tengo sexo convencional con el cliente, oral o vaginal, que es lo que ofrecen mis otras compañeras. La trabajadora sexual nunca cede el control y menos si está empoderada. La persona que viene a una sesión conmigo busca que no se lo juzgue por el fetiche que tenga, por el deseo que tenga. Es un espacio de intimidad en el que la persona se siente segura, para decir y hacer lo que tenga ganas. Es como el analista, pero en 
versión sexual.”



Gala ha recibido alguna que otra llamada desagradable en relación a su militancia, pero no cuenta en su historial con episodios de violencia. Confiesa que en su devenir ha pasado por situaciones que preferiría haber evitado, y que hay cosas que no hubiera hecho. Sin embargo todavía sostiene, como en el comienzo “Lo mío es todo experiencia, ensayo y error”, y siempre pudo elegir a quién atender y a quién no. “He aprendido que puedo ejercer el trabajo sexual pero en tales condiciones, con tales servicios. Hay cosas que yo no hago, y ahí para mí es fundamental tener otra entrada de dinero distinta” La diferencia, nota, la hace el empoderamiento.

“Las putas somos siempre el insulto, somos siempre las que hacemos el trabajo sucio. ¿Por qué trabajar con la sexualidad o atravesada por el deseo es peor o más cuestionable que otra actividad? Por ejemplo un enfermera/o trabaja con la corporalidad del otro, a una persona imposibilitada la toca toda, entonces, ¿qué es lo sucio?, el deseo”



Gala intenta mantenerse en el anonimato. Enfrenta el estigma como trabajadora, y el abolicionismo como militante. “La persona que tiene una postura abolicionista...no te considera trabajadora... dejé de darle atención a esas cosas.. ... lo que hago es mandarlas a discutir con Orellano.” Dictamina cuando se habla de abolicionismo

“No se puede llamar "trabajo" a la prostitución... En la prostitución vos no sos dueña de tu cuerpo, vos no elegís, te eligen. Afirma en una entrevista para la presentación de su libro, Elena Moncada .

Elena es santafesina, activista abolicionista, y se autopercibe como sobreviviente del sistema prostituyente. Recorre el país dando talleres basada en su experiencia, que plasmó en su libro «Yo elijo contar mi historia» donde relata cómo fue seducida y engañada para ejercer la prostitución durante más de 30 años. También está al frente de la organización Mujeres en Actividad, que desde hace 10 años realiza recorridas nocturnas asistiendo a quienes ejercen la prostitución en su ciudad .Elena se apoya en el abolicionismo teórico, que resalta que, a pesar de existir un consentimiento explícito, el comercio sexual no puede ser llamado trabajo, argumentando que ese consentimiento desconoce la realidad estructural que lo condiciona, la violencia económica y de género. “A veces las compañeras me dicen que no sabían que eso era trata”, “Los grilletes los tenemos en la cabeza”

“En la prostitución siempre hay un fiolo, un proxeneta y seguramente un policía que lo protege” . Enfoca sus esfuerzos en que las mujeres puedan tener otra opción ante la prostitución y que dejen de ser vulnerados sus derechos más básicos. Para ella no hay dudas “Para mí no es una discusión. Yo no quiero a nadie parada en las esquinas. No lo voy a ver, estoy segura. Pero seguramente mis nietas sí. Yo creo que eso es el ideal”

“Es el sueño. Es el gran sueño. De que Puta deje de ser insulto” dictamina Gala cuando se nombra la palabra estigma.

Para Gala el trabajo sexual es estructural en su empoderamiento. Dejó de sentirse culpable y en la “maravilla de organizarse con otres” empezó a darle valor como experiencia de vida. Pero reconoce que no todas las realidades son iguales. “Es la vivencia de cada una”, dice.

“Yo ahora no concibo mi vida sin haber sido trabajadora de lo convencional y ahora de esto. Y yo ya sé que mal que mal voy a ir, volver... Me lo permití y me permití también moverme. En ese sentido creo que soy una privilegiada y eso es también fundamental entenderlo. De todas formas si yo no laburo yo no llego a fin de mes. Tengo que laburar igual. Si no trabajo no como. Nada más que diversifico. Hay compañeras que quieren dejar totalmente, otras que quieren hacer menos clientes, otras que quieren mejores condiciones. No es tan lineal”



Bertolotti Micaela
Mattaloni Andrea
Sanchez Victoria




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